Dirección o barbarie

 


El motor de la educación deben ser los intereses infantiles.

Esta afirmación que quizás muchos hemos escuchado o leído en las corrientes pedagógicas más innovadoras puede sonar muy bien si nos quedamos en la superficie, de hecho, es muy importante que la educación se base o, por lo menos se apoye, en los intereses y las necesidades del alumnado. Ahora bien, es conveniente profundizar y poner en contexto para no quedarnos únicamente en la utopía.

Por un lado, los intereses del alumnado no son siempre algo innato o espontáneo, sino que están construidos y condicionados por una serie de elementos sociales, es decir, por el contexto en el que se encuentra el individuo. Esencialmente podemos hablar de la clase social y del género. Asumir estos intereses como algo espontáneo nos puede llevar a entender las desigualdades sociales, a su vez, como algo natural. Por ejemplo, el hábito lector de un adolescente puede verse muy influenciado por los hábitos lectores de su familia o por la variedad y calidad de los libros que tiene a su disposición.

Otro problema de esta postura es asumir que todos los intereses y hábitos que pueda mostrar el individuo tienen el mismo valor. Esta asunción es difícil de sostener, a menos de que se parta de una situación de privilegio conformista con la desigualdad social. ¿Es igual de valioso el interés por la agricultura y la botánica que el interés por el diseño decorativo? ¿Es igual de valioso para una persona en formación el interés por la lectura que el interés por la construcción? Y si no lo son... ¿Qué o quién establece dichos valores?

Por otro lado, diversas corrientes pedagógicas defienden una educación integral que una la formación intelectual con la manual, con el objetivo de acabar con la división social del trabajo en la que las clases altas están prácticamente predeterminados a la formación intelectual y las clases más desfavorecidas a la formación manual. El interés parte del conocimiento y, si solo indagamos en los intereses mostrados por el alumno, probablemente nos quedemos con lo que ya conoce, reproduciendo y alimentando las desigualdades sociales ya existentes, quedando limitados a sus ideas y experiencias vividas y muchas veces determinadas por su clase social y su género, entre otras cosas.

¿Qué ocurre en las escuelas sin currículo? El resultado es una hiperespecialización temprana de acuerdo al currículo oculto causado por el capitalismo y el patriarcado. Esto ya ocurre en las escuelas con educación dirigida si observamos la brecha de género en la educación superior, con una mayor presencia del género femenino en carreras relacionadas con la salud y los cuidados y una escasa presencia femenina en carreras relacionadas con la tecnología.

La escuela y los docentes pueden mostrar mucho más que lo que ya tienen los alumnos a su alrededor, animarles a salir de su contexto y despertar nuevos deseos e intereses. Y, entonces, a partir de ahí, atender sus inquietudes, nutrirlas y enriquecerlas para llevarles a una formación completa, a la vez que abrirles un abanico de posibilidades entre las que pueden elegir con una mayor libertad.

Sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe… Sólo la cultura da libertad…No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura.

 Miguel de Unamuno

Bibliografía:

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