Dirección o barbarie
El motor de la educación deben ser los intereses infantiles. Esta afirmación que quizás muchos hemos escuchado o leído en las corrientes pedagógicas más innovadoras puede sonar muy bien si nos quedamos en la superficie, de hecho, es muy importante que la educación se base o, por lo menos se apoye, en los intereses y las necesidades del alumnado. Ahora bien, es conveniente profundizar y poner en contexto para no quedarnos únicamente en la utopía. Por un lado, los intereses del alumnado no son siempre algo innato o espontáneo, sino que están construidos y condicionados por una serie de elementos sociales, es decir, por el contexto en el que se encuentra el individuo. Esencialmente podemos hablar de la clase social y del género. Asumir estos intereses como algo espontáneo nos puede llevar a entender las desigualdades sociales, a su vez, como algo natural. Por ejemplo, el hábito lector de un adolescente puede verse muy influenciado por los hábitos lectores de su familia o por la vari...